Cualquier malagueño que se precie ha pasado alguna vez por su barra. En 75 años de historia, ha marcado a varias generaciones de clientes. Fue uno de los primeros bares de la provincia que ponían una tapa con la bebida. Algunas de sus delicias como las 'ligeritas' –pequeños bocadillos de lomo y similares–, el arroz 'Fu Manchú' –paella especiada con ingredientes secretos– o sus 'bartolitos' –rosada empanada– se han convertido ya en platos con nombre propio en la cultura gastronómica de la ciudad. El mítico bar Orellana, que arrancó en plena Guerra Civil y que había sobrevivido a varias crisis económicas y al cambio del euro, ha sucumbido ahora por la caída de clientes y los impagos.
La persiana del Orellana, situado en la calle Moreno Monroy, está echada desde el pasado martes. Sus actuales propietarios, Manuel y Rafael Orellana Mateo –nietos del fundador, Manuel Orellana García, e hijos de Manuel Orellana Aparicio, el anterior dueño junto con su hermano Juan– recibieron ese mismo día la carta del juzgado en la que se notificaba el desahucio. El lanzamiento se produjo el miércoles. Seis personas, entre ellos, los dos propietarios, se han quedado sin empleo. «Llevábamos cinco años con pérdidas porque ya no venían tantos clientes; los alimentos, el gas, la luz y el agua cada vez estaban más caros y no podíamos subir los precios porque entonces perderíamos más público», se lamenta Manuel. «Puede que no nos hayamos sabido adaptar a los nuevos tiempos», opina Rafael.
Los dueños del establecimiento, una sociedad familiar con varios locales arrendados en el Centro, les habían demandado por el impago del alquiler. Según los hermanos Orellana, llevaban tres meses de retraso. Los dueños del local, por su parte, aseguran que no les pagaban desde octubre de 2012, la deuda ascendía ya a 18.900 euros y tenían una sentencia en firme desde que se celebró el juicio en mayo. «Han aprovechado el menor retraso para echarnos porque tenemos un alquiler bajo –unos 1.600 euros mensuales– para el precio de mercado en esta zona», indica Rafael.
Con el cierre del Orellana se pone punto y final al mítico póker de bares clásicos de Málaga: El Boquerón de Plata, La Buena Sombra, El Pombo y Casa Matías. Su encanto era especial. Además de su variedad de tapas, su éxito radicaba su sapiencia en el 'tiro' de la cerveza, en la incomodidad de comer en una barra atestada de gente en la que, según explican algunos de sus habituales, si te descuidabas, «el de atrás ponía su plato en tu hombro y tú hacías lo mismo con el de delante». En el bar deslumbraba el escudo de oro reluciente del Real Madrid que Paco, camarero de los de siempre, lucía cual legionario camisa abierta y pecho descubierto. Las cañas de cerveza surcaban la barra cuando había poca gente, deslizándose como si fuese una pista de hielo hasta llegar a su destino.
Por aquel estrecho bar han pasado incluso muchos famosos. «En la época de mi padre, artistas de la talla de Lola Flores, Manolo Caracol, Juanita Reina o Roberto Font se pasaban después de actuar en el Teatro Cervantes; por aquí han pasado políticos, cantantes como Pau Donés, de Jarabe de Palo, humoristas como Manuel Sarria...», recuerda Rafael.
Pero sobre todo, han acudido miles de malagueños anónimos que se tomaban una tapa después de su jornada laboral y que eran recibidos por un servicio que conocía a su clientela como la palma de su mano. Los clientes, por su parte, conocían a quienes les atendían en El Orellana como si fuesen de su propia familia. Ahora, Manuel y Rafael intentarán remontar el negocio en otro lugar. Pero con la desaparición del Orellana originario no sólo cierra un bar, sino un estilo de vida. Un trozo de Mälaga que va dando paso a las franquicias y a la comida rápida, que ni es el 'Fu Manchú', ni el 'Bartolo', ni la 'Ligerita'… ni mucho menos.